Podemos y Sortu: Las cosas claritas

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Hace unos días, Hasier Arraiz (SORTU) acusaba a Roberto Uriarte (PODEMOS) de recurrir a ‘vocabulario viejo y política vieja’, que ‘huele a naftalina’. Un nuevo disparate que sale de la boca del presidente de los que no pueden articular palabra sin evocar a ETA, ese siniestro rescoldo del pasado que sigue sin desaparecer de nuestro presente. ‘Consejos vendo que para mí no tengo’.

Es cierto que esta dicotomía entre lo viejo y lo nuevo que sugiere Arraiz tiene un cierto eco social. Lo viejo que ha de morir para que lo nuevo pueda nacer, como si la experiencia y la memoria fueran una carga para lo que exige la política del presente. No puede ni debe ser así. El pasado está en el presente siempre. Nunca hay posibilidad de poner la historia en un ‘momento cero’, en el que nada ha quedado atrás que merezca la pena recordar.

En efecto, eso es imposible. Es imposible impedir que se recuerden las experiencias sugestivas o los acontecimientos traumáticos que hemos vivido a lo largo de la historia. Todavía conmemoramos sucesos de hace siglos que inspiran formas de pensar y movilizaciones que importantes sectores sociales consideran útiles, y a los que atribuyen un sentido claramente moderno.

¿Cómo vamos a olvidar los hechos que han marcado trágicamente nuestro pasado más reciente? Hay mucha gente que vive este momento de normalización con la necesidad de verificar que las viejas amenazas han cesado definitivamente. Necesita saber, por lo tanto, ya no tiene nada de qué temer o de qué alarmarse. Teniendo en cuenta, sobre todo, que Arraiz o Barrena se las hacen revivir cuando enaltecen de modo constante la trayectoria del MLNV en el pasado.

¿Qué ha dicho Roberto Uriarte que ha provocado la reacción airada de Arraiz? El secretario de Podemos no ha hecho más que pedirles que rechacen a ETA y que abandonen sus ‘rutinas despectivas’ respecto al pluralismo, especialmente visibles en Gipuzkoa. No ha dicho ninguna mentira. La realidad de que persisten las rutinas de intimidación de la izquierda abertzale la hemos podido verificar durante la crisis de las basuras de Gipuzkoa . Por continuar con la metáfora que propone Arraiz, estas rutinas son una auténtica polilla social, que ocasionan un gran daño a nuestro tejido cívico.

Tampoco se ha desmantelado ETA. Y todavía sigue identificándose con el término ‘izquierda abertzale’. Barrena considera una agresión que se inste a su partido a renunciar a esa asociación. No pierden ni una sola ocasión para reivindicarla. Hablando de vocabularios viejos y nuevos, no existe una expresión más inaceptable (y más ‘vieja’) que la que asegura que ETA es el agente que más ha hecho por la paz, expresión que los dirigentes de la izquierda abertzale (de HB, EH, Batasuna y Sortu) han pronunciado repetidamente desde hace décadas. Incluso cuando la organización terrorista planeaba y ejecutaba las más duras ofensivas.

Tras el cese de las acciones de ETA, Sortu no se muestra a la altura de las demandas de la sociedad vasca. Hay un clamor por qué ambas hagan una autocrítica. Los ejecutores de las acciones criminales han purgado en la cárcel. Pero, la izquierda abertzale se muestra huidiza ante las responsabilidades políticas que le corresponden por las décadas de terror y extorsión. Busca diluir su carga moral tras la acusación general de que “todos han usado la violencia con fines políticos”, inculpando directamente al Gobierno Vasco. La verdad es, sin embargo, que la única familia política que todavía hoy sigue identificándose con un grupo armado privado es la izquierda abertzale, y además no quiere sumarse a la exigencia de su disolución. Todos estos son indicios de una actitud refractaria a crear unas condiciones aceptables para vivir juntos. Actitud que demanda, desde luego, una reacción exigente por parte de las fuerzas que realmente se sientan comprometidas con la convivencia que deseamos la absoluta mayoría de los vascos.

Joxan Rekondo (Pyrenaeus.org - Talaia)

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