¿Pactar mentiras para lograr la Paz?

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Desacuerdo en la ponencia de paz.

No hay acuerdo sobre una base ética común. Habrá que seguir de cerca las explicaciones que ofrezcan los grupos políticos presentes (y ausentes) en la ponencia de paz. Mientras tanto, la primera y más directa lectura de este disenso es casi tautológica, la falta de acuerdo sobre una ética común para abordar la convivencia vasca muestra una real discrepancia centrada en la diferente estimación respecto del valor que puede adquirir la ética ante la búsqueda política de ese objetivo de convivir mejor.

A las primeras conclusiones de la ponencia de paz, cuyos trabajos se iniciaron la pasada legislatura, se les llamó el ‘suelo ético común’. Este suelo se sostiene en un compromiso con las ideas de justicia, verdad y responsabilidad. Aun siendo imprescindible la realización de un relato objetivo de las violaciones de los derechos humanos, se insta a  reconocer la injusticia de la violencia perpetrada, estableciendo la responsabilidad que corresponde a los que la ejercieron y a reconstruir, en consecuencia, una memoria colectiva no neutral y activa que pueda aceptarse como una verdad (relato) compartida.

Ética sometida a la política de partido.

Este ‘suelo ético’, que a la mayoría nos parece indiscutible, no ha tenido suficiente poder de convocatoria para UPD y el PP, ausentes por decisión de partido de las sesiones que ha celebrado la ponencia de paz en el curso de esta legislatura. Mala señal es que los enfoques estratégicos se sobrepongan, en este caso, a la obligación de promover una convivencia basada en valores éticos.

Por parte del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), el desacuerdo con estos mínimos se ha explicado hasta ahora mediante rodeos y evasivas. Sólo Mintegi (EH Bildu) se ha referido de pasada a alguno de ellos, al postular que pretender un ‘único relato es infantil e irresponsable’. Arraiz (Sortu), sin embargo, ha negado la mayor, al defender que la ética es individual y no debe interferir en un debate y acuerdo sobre la paz, que debe ser ‘sobre contenidos políticos’.

Estas últimas posiciones pueden explicarse a partir de los diferentes intereses con los que participa la izquierda abertzale en la ponencia. Dejar que la ponencia asuma un trabajo fundacional en relación con los pilares éticos de la convivencia vasca del futuro, sería otorgarle un papel más distinguido que el que le corresponde según la estrategia del MLNV, que (como ya se sabe) desconfía del protagonismo del Parlamento en este tema y ciñe la ruta del cese de la violencia a los pasos (como la conferencia de Aiete) que hayan sido previamente comprometidos con ETA.

¿Pactar mentiras?

Este diseño exigiría, en primer lugar, que de un eventual acuerdo político para la paz pudiera concluirse una determinada justificación retrospectiva del conflicto, tal como lo ve la izquierda abertzale. A la vez, conlleva que no se haga un juicio ético sobre las responsabilidades objetivas que tiene ETA (y todos los que alentaron la ‘legitimidad de todos los medios de lucha política’) en el drama que ha vivido este país.

La ética (su mera mención) estorba a los planes de Sortu y de ahí su apelación al compromiso político, entendiendo que también la verdad de lo que ha sucedido puede ser pactada en ese contexto. El consejo, de la mano de los expertos internacionales (Brandon Hamber) presentes en el recientemente celebrado Foro Social de la Paz organizado por Lokarri, viene a defender la licitud de “pactar mentiras que son tolerables” en los procedimientos de resolución de conflictos.

Condena social.

El cese de ETA es uno de los logros sociales más importantes de las últimas décadas. No es un logro de naturaleza política, sino de carácter moral. Es decir, no es que la sociedad vasca haya realizado una elección política, descartando a ETA. No, la sociedad vasca ha dictado una condena ética. Por eso, no es posible interpretar el proceso de cese y disolución de ETA al margen de ese recorrido social, buscando pactar el vaciamiento moral de los hechos que han llevado al aislamiento moral del terrorismo.

Lo acorde con la verdad es que estos hechos se afiancen en nuestra memoria colectiva y, a través de ella, en nuestro sistema de ideas y valores, a través de relatos que busquen ser fieles a lo sucedido.  Lo que nos obligará a declarar que la violencia ilegítima, causa de tanto sufrimiento evitable, ha respondido a decisiones individuales y colectivas (amparadas en razones político-estratégicas, ya fueran de lógica proestatal o antiestatal) que estamos forzados identificar con claridad.

Joxan Rekondo

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