¿Ha acabado la violencia y el engaño de ETA?
Joxan Rekondo. Candidato de Hamaikabat a las Juntas Generales.ETA ha frustrado, durante décadas, las expectativas de paz de nuestro pueblo. 1979, 1989, 1998 y 2006 son los hitos más conocidos de este proceso de frustración acumulativa. Cuando de nuevo se enuncia el final de ETA, no es de extrañar que el escepticismo sea el factor dominante en la sociedad vasca.
Tampoco es extraño que sea la palabra verificación la que hoy adquiere una dimensión casi taumatúrgica. ETA carece de credibilidad social. En su larga trayectoria ha combinado el ejercicio de la violencia y del engaño. El atentado de la T-4, que segó la vida de dos personas, y fue ejecutado en plena vigencia de un “alto el fuego permanente”, es la más gráfica muestra de ello.
En relación con ETA, habría varias cosas que verificar. La primera cosa es si está por fin dispuesta a hacer lo que le demanda la sociedad vasca. Es decir, si está lista para aceptar su final, lo que no puede suponer menos que renunciar unilateral, definitiva y completamente al terrorismo, sin repercutir responsabilidades ni contrapartidas en los demás.
La segunda cosa, aunque derivada de la primera, a verificar sería que ETA (con alto el fuego o sin él) no tutela el desarrollo de la política vasca, ni por supuesto la resolución del conflicto de relación entre Euskadi y el Estado. Este es un tema importante. En el pasado, todos los procesos de paz han fracasado. Ha dicho el lehendakari Ibarretxe, y no le falta razón, “todos ellos han fracasado, entre otras razones, porque se confundieron dos problemas distintos: el problema de la violencia de ETA y la solución del conflicto político vasco”. ETA no es referente de los vascos.
A partir de aquí, se abriría camino a la tercera dimensión de la verificación. Solo la sociedad vasca, sus componentes, sus representantes públicos, los colectivos sociales en los que está organizada, pueden verificar con veracidad que en cada pueblo, en cada barrio, en cada rincón del país, ha acabado para siempre la violencia, la amenaza y la extorsión.
Es la sociedad vasca la que exige la desaparición inmediata de ETA. Por lo tanto, es a la sociedad vasca a la que corresponde comprobar y verificar si el comportamiento de ETA se atiene a sus demandas. A otros observadores podrá corresponder auxiliar, ayudar, favorecer, complementar o lo que sea, cuando se les requiera. Pero, la labor de autentificar que los años de plomo se han acabado corresponde principalmente a los que los han padecido. Hemos sido testigos del crimen y a nosotros corresponde contribuir a su fin y testimoniarlo. Delegar la misión de autentificar el fin de ETA en otros significa renunciar a tener la certeza de que este final del terrorismo se materializa de verdad.
Más concretamente, desviar hacia expertos alejados del problema la comprobación de que esto va en serio, significaría pura y simplemente negar a la sociedad vasca como agente activo en la resolución de sus propios problemas. Nosotros no vamos a aceptar que, en este tema, se ningunee a las instituciones públicas vascas y al pueblo vasco. ETA se ha de someter a los agentes políticos vascos, y esto significa que su final ha de ser plenamente transparente ante ellos.
El pasado lunes, día 10 de enero, se ha dado a conocer una comunicación de ETA en la que informa de su decisión de declarar “un alto el fuego permanente y de carácter general, que puede ser verificable por la comunidad internacional”.
En relación con esta comunicación, habría que decir que, en el aspecto humano, toda noticia que anuncie el cese de actuaciones terroristas de ETA debe ser calificada de positiva, sobre todo por el alivio que sienten todas las personas amenazadas durante años por esta organización.
Ello no obsta, sin embargo, para que digamos que los compromisos que en su declaración dice adoptar ETA son ininteligibles. Y que la verificación de la que hablamos aquí, y que se encomienda a expertos internacionales, es inútil si tuviera que depender de los compromisos que la organización terrorista adquiere en su nota del lunes.
Ya que no hay cosa más inverosímil que la verificación por parte de gente ajena y alejada física y mentalmente de nuestros problemas de unos compromisos que son, en lo que al cese de la violencia se refiere, muy indefinidos.
De hecho, lo más preciso, concreto y claro (y por tanto verificable) del comunicado citado es la obstinación de ETA en mantener que “no cejará en su esfuerzo y lucha por impulsar y llevar a término el proceso democrático”, proceso en el que, en cuanto que debería corresponder a agentes democráticos, no tiene sitio alguno. ETA no es la expresión de la causa del pueblo vasco, ni del déficit democrático o del recorte de libertades en el Estado.
ETA, por lo tanto, no puede hablar en nombre del “conflicto secular”, ni puede hablar de “proceso democrático”, ni puede exigir “solución democrática”, ni puede interpretar la culminación de “una verdadera situación democrática” en el País Vasco.
Constituiría un grave error el que la sociedad vasca renunciara a verificar, antes de hechizarse con un más que dudoso final de ETA, por sí misma las tres demandas que hemos reseñado. Demandas que hemos de sostener sin replegarnos si no queremos perder en calidad democrática lo que ganamos en seguridad física.
Todo esto lo decimos porque pensamos que aporta más al progreso de la paz una actitud exigente y crítica que una actitud condescendiente y entregada. Es lo que a nosotros al menos nos ha enseñado la cruenta experiencia que hemos vivido en nuestra recentísima historia.
http://www.hamaikabat.com/index.php/2011/01/inaki-galdos-%c2%abesta-sociedad-tambien-debe-a-pp-y-pse-libertad-para-presentar-listas%c2%bb/?lang=es
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