Contra la crisis, recuperemos valores
Ayer hace 30 años, Euskadi era un país en plena convulsión política y hundido en un profundo colapso económico. Un país sin apenas recursos y atrapado entre la falta de libertad política y un tejido industrial obsoleto y en pleno declive. En aquellas difíciles circunstancias, una generación de vascos formaron el primer Gobierno vasco tras la dictadura, tomando las riendas del país, y desde practicamente cero pusieron en marcha todo un entramado institucional novedoso, adoptando una serie de medidas de calado en lo económico, en lo social, en lo cultural y en lo político, cuyo acierto el tiempo finalmente ha demostrado.
Estos hombres y mujeres no actuaron guiados por ansias de poder ni enriquecimiento propio; no trabajaron día y noche, renunciando en muchos casos a su bienestar y a su vida familiar, por un ánimo personal. Esas personas y, en general, toda la sociedad vasca de aquellos años actuaron movidos por unos ideales, por unos valores y por unos sentimientos que surgían desde lo más profundo de su ser.
Hoy muchos creen que aquellos valores se perdieron en el tiempo; que esta sociedad acomodada, sin más ideología que la de ser feliz, en la que el objetivo último parece ser el ocio por el ocio, el consumo y el no perturbar a nadie con opiniones propias, ha perdido las claves. En esta sociedad cansada de la política y de los políticos, agotada por años de enfrentamiento y tensión, parece que estos valores de aquella generación de finales de los 70 se han desvanecido, se han evaporado.
Quiero decir rotundamente que ¡no! Que se equivocan quienes afirman que ésta es una sociedad en coma, y se equivocan porque estos ideales y estos valores siguen vivos y están latentes.
Lo que hace 30 años aquellas personas pusieron en marcha, se diga lo que se diga, fue un paso de gigante para nuestro pueblo; un paso que, además de desbrozar el camino, nos ha llevado a alcanzar las mayores cotas de bienestar de nuestra historia y, todo ello, con una sociedad cohesionada. Éste es un camino iniciado sin marcha atrás que debemos recorrer como pueblo unido.
Sin embargo, años de bonanza dan para que se abran más botellas de champán de las debidas y, ahora, nos ha llegado la hora de despertar y afrontar nuevos problemas que nos acechan, como personas y como sociedad. Porque aunque a veces se nos olvide, la vida es un proceso de lucha constante en el que las fotos no son fijas, ni el bienestar es un derecho que se obtiene por mandato divino.
Debemos replantearnos de forma seria y profunda cómo salimos de esta situación económica que, de un sopapo, nos ha puesto los pies en la tierra. Pero, además, debemos replantearnos cómo conseguimos mantener y desarrollar un Estado de bienestar que tanto ha costado alcanzar. Lo público no es una caja sin fondo, por lo tanto, estos objetivos exigen realismo, compromiso, esfuerzo y sobre todo, crecimiento económico.
Cuando la economía se para, aumenta el paro, el sistema productivo parece agotado y los ingresos de las administraciones públicas se reducen de forma sustancial en un cambio que parece estructural, y cuando da la sensación de que el Gobierno no sabe o no quiere afrontar la situación, tenemos que ser conscientes de que todo esto tendrá consecuencias; consecuencias serias que se extenderán en el tiempo.
¿Quiere decir ésto que ahora somos pobres? No, al contrario. Somos mucho más ricos que hace veinte años, pero igual no somos tan ricos como hemos creído que somos. Por eso, debemos actuar.
Pero, ¿cómo debemos actuar? Evidentemente, aciertan quienes recetan cambios en el sistema productivo, quienes ponen el acento en mejorar el sistema educativo, el impulso del emprendizaje, la innovación, las nuevas tecnologías y el ahorro energético. Pero no olvidemos que todas estas recetas las deben aplicar las personas, la sociedad. Una sociedad hoy por hoy más consciente de sus derechos que de sus obligaciones.
Es ahora más importante que nunca ser conscientes de lo que nos jugamos, de que no todo viene dado en la vida y que valores como el esfuerzo, el trabajo, la solidaridad, la prudencia, la valentía y la honestidad son vitales y son eternos.
Por todo ello, digamos claro y alto que la prioridad es crear empleo, de presente y de futuro, porque no hay nada más social que crear empleo y, para ello, la economía debe crecer.
Digamos claro y alto que vamos a luchar por mantener y desarrollar el Estado de bienestar, pero que ello supondrá dar para recibir. Dar más quienes más tienen, pero dar todos, en la medida de nuestras posibilidades reales.
Y, por último, seamos conscientes de que todos los cambios y medidas que se deban y se vayan a adoptar no serán suficientes si no van acompañadas de un cambio social real en el que se recuperen y se fomenten todos esos valores universales que durante siglos nos han caracterizado como pueblo y que aquel Gobierno vasco y la sociedad de su tiempo, con su ejemplo, representaron como nunca.
Xabier Irazabal Basabe, vicepresidente de Hamaikabat Bizkaia.
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